¡Se buscan guías para la
4ª edición de Jane's walk Sevilla!


Durante los días 5, 6 y 7 de Mayo nos vamos de paseo por los diferentes barrios de la ciudad ¿Te lo vas a perder?

Para participar solo tienes que enviarnos tu propuesta a contacto@janeswalksevilla.com y nosotros te ayudaremos a darle forma
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Fecha límite de recepción de propuestas: 21 de Abril
Liliwalk
Músicas de barrio, sonidos de ciudad

El pasado sábado 3 de Diciembre, en el marco de la 3ª Edición del Lilifest tuvo lugar el Liliwalk, un paseo que pretendía poner en relación a vecinos del Centro con lugares de producción musical y así trazar una geografía sonora de los barrios de San Román, San Julián, Santa Catalina y San Pedro, reflexionando al mismo tiempo sobre los lugares donde reside la música en nuestras ciudades.

Pensado especialmente para todos los públicos durante una hora recorrimos locales de ensayo, de actuación o talleres de artistas con el objetivo de plantear una serie de sencillas preguntas a los asistentes que nos permitiran profundizar en la forma en la que la música se crea, se produce, se vende y se consume.



El paseo arrancaba en la Plaza de San Román, a pocos metros del Taller de bicicletas de Lázaro, más conocido como Johnny Scarlata, un reparador de bicicletas que lleva dedicándose paralelamente a la música desde los años 70.

En sus inicios con el boom de la música en inglés se especializó en lo que él mismo denomina música guiri: tratar de hacer múscia en inglés similar a la que se hacía y triunfaba fuera de nuestras fronteras, sin tener conocimiento real del idioma, y adaptándolo a su estilo y carisma, a su órgano y su voz.



Desde allí, nos desplazamos hasta los Corralones de la Calle Castellar, en pleno casco histórico de Sevilla, un antiguo conjunto de garajes y talleres, de los que actualmente muchos se han reconvertido como espacio de ocio. Estos corralones albergan talleres de danza, imagineria, escultura, pintura, ceramica, percusion, guitarra, baile, teatro, musica, etc.

Haciendo hicapié en lo musical, estos corralones han representado una mezcla de las culturas y estilos diferentes existentes en esta ciudad, que los han convertido en un referente de convivencia y mezcolanza. Hay cantantes y bailaores flamencos, grupos de música alternativa, asociaciones culturales como La Trompeta Verde, de rockeros como Heavyllanos o representantes de la musica africana.
Lugar de moda, incluso hasta el punto que en 2013 Ryanar promocionaba este espacio en sus vuelos como puntos de conexión cultural en el centro de Sevilla.

En la mañana del sábado los Corralones duermen aunque por suerte nos encontramos con el sonido del taconeo que proviene de uno de los locales de ensayo y que inunda uno de los patios.



Camino de la Calle Feria nos detuvimos en el Bar Vizcaíno, donde aprovechamos para recordar aquellos azulejos -hoy día prácticamente desaparecidos en su totalidad- con el mensaje escrito de Se prohibe el cante

Algunas personas atribuyen la prohibición a la mala fama que adquirían los establecimientos frecuentados por personas que al emborracharse solían cantar (en definitiva hombres de clase trabajadora que en el siglo pasado se desahogaban tras la jornada laboral) o la costumbre de cantar por un plato de comida o por dinero.

El trasfondo de esta prohibición penalizaba la libertad de expresión y los versos críticos con un sistema dominante. Así Coplas Republicanas, Cantes de Mina o Murgas de carnaval fueron censurados en algún momento por utilizar la música y la literatura como instrumento crítico.



En el Bar Vizcaíno también hubo un Se prohibe el cante, que desapareció según nos cuentan hace unos diez años. En la puerta, y protegidos de la lluvia por el toldo que gentilmente nos han desplegado, escuchamos los Fandangos Republicanos del Cabrero, y tiene lugar uno de los momentos más emocionantes del paseo, repartimos libretos, que acercan las letras críticas a nuestro tiempo, temas contra la Iglesia como Catequesis de Sr. Chinarro o textos muy críticos con la Sevilla actual como Turista ven a Sevilla o Pumare ho! de Pony Bravo entre otros.
Es entonces cuando Alfonso se anima a cantarnos Estrategias de distracción, poema antistablishment musicado por el Niño de Elche, extraido del encuentro Voces del Extremo.



Finalmente llegamos al Mercado de la Encarnación.
Después de décadas desaparecida la plaza de la Encarnación se ha convertido en un escenario urbano muy cotizado: conciertos en el aniversario del 15M, festivales como Circada o la apuesta navideña del Ayuntamiento han encontrado su sitio aquí. Aunque es bajo las setas donde el pulso de un evento constante cíclico y diario inunda con su sonido la Encarnación. El funcionamiento cotidiano del mercado implica multitud de sonidos que en su conjunto a veces sólo suponen ruido y otras se articulan con un orden cercano a lo musical.

Paseamos por el Mercado de la Encarnación en plena efervescencia jugando a identificar con la ayuda de algunos inventos caseros los diferentes sonidos que componen su atmósfera sonora, desde el rasgar de las bolsas de plástico o los papeles de estraza, al entrechocar de los cuchillos con las tablas de corte, pasando por el murmullo de los clientes, las máquinas de café o las cucharillas y vasos al ser depositados en los fregaderos, cubetas con agua, pisadas y por supuesto las cantinelas de los vendedores que exponen sus productos.


Oficios: el Arte de pensar con las manos
texto Bruno Padilla // imágenes Jane's Walk Sevilla y Surnames narradores transmedia

Mano a mano, tiempo al tiempo

El dedicado a los oficios era uno de los paseos que, a priori, más expectación había generado entre los que conformaban la tercera edición de Jane’s Walk Sevilla. Algo que se confirmó cuando llegamos al punto de encuentro y pudimos observar la afluencia de público, que no sólo era amplio sino también diverso: tal vez por el día, el horario y el lugar escogidos (sábado por la mañana, centro de la ciudad), era gratificante ver el carácter familiar de los paseantes. Entre ellos, había gente menuda, pero también personas mayores que habían vivido el apogeo de muchas de esas labores que recorrimos. Una mezcla de edades que le iba como anillo al dedo a esta ruta, dedicada al conjunto de artesanos que, aún hoy día en sus talleres, continúan con el legado manual de sus antepasados y mantienen viva la memoria de esta parte de Sevilla. La continuidad de los oficios y la transmisión de conocimientos eran, de hecho, algunos de los temas sobre los que pretendía hacer reflexionar un paseo que, en esencia, colocó al paso del Tiempo como dios urbano: principal responsable de la evolución de las ciudades y sus modos de vida.



Como en La caverna, obra del que fuera Premio Nobel de Literatura José Saramago, donde se muestra la evolución de una sociedad postindustrial en la que dominan los centros comerciales y los trabajos artesanales tienen cada vez un rol más insignificante, aquí se trataba de dar el protagonismo a los propios artesanos para que nos desvelasen el secreto de la producción manual. Este fue el gran acierto de los guías del paseo, Pablo Pardal Redondo –arquitecto y también artesano– y Juan Alberto Romero Rodríguez –historiador–, quienes previamente habían establecido una relación de complicidad, respeto y admiración con esos recreadores de los oficios que se hacía evidente en la atención y la amabilidad que nos dispensaron en sus diferentes puestos de trabajo. Una conexión parecida a la que, según nos avanzaron Pablo y Juan Alberto al comienzo del paseo, se establece entre esos mismos artesanos, que «forman un entramado y colaboran habitualmente, tejiendo redes de solidaridad y valorización mutua». El objetivo era lograr que compartieran «su saber hacer manual y su amor al trabajo», algo que se cumpliría con creces.

El recorrido, de la mano de estos dos expertos en disciplinas diversas que convergen en «el gusto por el patrimonio histórico-artístico», iba a comenzar en uno de los puntos emblemáticos del casco antiguo hispalense, la Plaza de Jesús de la Pasión. Este lugar ya era conocido antes, en el siglo XVII, como Plaza del Pan, haciendo referencia a «una historia siempre ligada a lo comercial». Situada en el barrio de la Alfalfa, antiguamente ocupado por el foro romano (el centro de la vida política, social, religiosa y comercial), esta fue la primera alcaicería de Sevilla, donde se realizaba la venta de productos de lujo, como la seda. Cercana a la antigua Mezquita, en esta zona se concentraban la mayoría de las tiendas-talleres de artesanos, de ahí que hoy en día podamos reconocer la denominación de calles anexas con el nombre de antiguos oficios: Herbolarios, Boteros, Lineros, Odreros… En la actualidad, «sus usos han cambiado, pero su función en el comercio de la ciudad se mantiene».

Sevilla son sus oficios

Nada menos que cuatro generaciones han producido documentos en la Imprenta Gallardo, aún hoy activa en el callejón Empecinado –una denominación acorde con el espíritu, que no cesa, de esta labor tradicional. Nos recibe en la entrada de su taller el propio Juan Gallardo, su actual continuador, quien no obstante ha vivido de primera mano la evolución técnica del sector, desde los llamados tipos móviles inventados por Gutenberg, «el fundidor de letras», a la tecnología offset, que no ha desaparecido por la llegada de la impresión digital, como se pensó en un principio. Pablo nos habla de la relación histórica de Sevilla con el libro: fue una de las primeras ciudades españolas, junto con Segovia, en introducir las imprentas (alrededor del año 1475), y se convirtió en un negocio importante, sobre todo con el monopolio del comercio de América. Los tipos móviles suponían una revolución comercial e introdujeron una labor que pervive en Gallardo, donde hallamos un pequeño museo de la maquinaria original y donde todavía «se hacen libros línea a línea, letra a letra, tipo a tipo». La humildad de Juan no puede ocultar su condición de experto en tipografía y artes gráficas –que por algo tienen esa consideración. Mientras nos explica que el secreto de la imprenta artesanal se halla en la composición, oímos de fondo el chiflo del afilador, otro de esos oficios que remiten a tiempos remotos.



En la Plaza de la Pescadería, Juan Alberto nos habla acerca del origen urbanístico de este punto, que incluía callejones, entradas y salidas a la calle, soportales… todo con vista a albergar los talleres de artesanos: «Se dice que en Sevilla no se tiraba nada, todo se llevaba a arreglar». A diferencia de otras ciudades, el ensanche para la entrada de tráfico rodado en la ciudad se realizó aquí intramuros, y se eligió esta zona como centro de la actividad comercial por su cercanía con el citado Foro y por su ubicación en alto, que la resguardaba de las crecidas del agua. Es en torno a esta plaza donde surgen los gremios de artesanos, «totalmente regulados», y aunque el modelo de tienda-taller se perdería en parte con la Revolución Industrial, aún quedan negocios como el de los Joyeros Rodríguez Soriano. Sus propietarios actuales continúan la labor de su tío abuelo, un famoso fundidor de metales en tiempos de Alfonso XIII.



Otro de esos ejemplos cercanos de tienda-taller que sobrevivieron a la llegada de la producción industrial es la Cordonería Alba, nuestra próxima parada. Situada en la calle Francos (cuya denominación podría provenir de las franquicias que albergara la zona en su origen, siglo XIII), nos recibe ocupando la propia vía peatonal Jesús, «artesano cordonero tipificado con ese grado de especialización», según Pablo. Mientras asistimos al espectáculo de verlo trabajar con una máquina que data de 1904, despertando la curiosidad de propios y extraños, los guías del paseo hacen hincapié en la singularidad de este oficio que «hace de la calle su taller, generando vida y valor en el espacio público». Seda, lino, algodón… son algunos de los materiales con los que ha trabajado históricamente esta cordonería, que nutría a los numerosos talleres textiles, de costura y pasamanería que se concentraban en esta parte de Sevilla. «¿Y siempre sale aquí a trabajar, a la calle?», se pregunta uno de los paseantes. «Todos los días por la mañana», responde Jesús animadamente. Él fue aprendiz de este negocio cuando se realizaba en un callejón cercano, pero allí los cordones se ceñían a la escasa longitud de ese espacio. Fascinados, nos quedamos un rato más observando la pasión por su trabajo de alguien habituado a trabajar con las manos.



De camino a nuestro siguiente destino, alguien hace referencia al antiguo oficio de los tolderos, que también se situaban por esta zona de la ciudad. Paseantes que son testigos vivos de esa labor artesana, del mismo modo que aquel día lo estaban siendo los niños y niñas que asistían a esta clase magistral por las calles de Sevilla. En otra de ellas, nombrada Álvarez Quintero, se ubica la Joyería Reyes, cuya entrada conserva elementos de un interior modernista con origen en el año 1903. Se trata, según nos explica Pablo, de «una etapa en la que se intentaron impulsar los oficios por el temor a que la Revolución Industrial desdibujara esa producción más artística». Así, frente a la llegada de la fabricación seriada, se crean diseños que ofrecen algo singular desde el punto de vista estético, con nuevas formas sinuosas, y que se ajustan a los gustos de la burguesía. Sin embargo, «este movimiento acabaría resultando contradictorio, al convertirse en el estilo de las clases altas y generar espacios exclusivos». Algo que parecería mantenerse en el presente, ya que en este caso no se nos permite el acceso a la joyería y sólo logramos atisbar una parte de esos maravillosos frescos que se han conservado en el techo. En cualquier caso, el Modernismo supondría el renacimiento de las artes y tenemos ejemplos de él por todos lados a nuestro alrededor, en forma de rejerías, ornamentos, cerámicas y balaustradas.

Coleccionistas de saberes

Pablo pregunta la hora: las 11:55, «vamos bien». De nuevo pendientes del tiempo, esta vez para ser puntuales con las próximas visitas a artesanos, y apreciando cada minuto de este paseo. Nos detenemos brevemente ante la estatua dedicada a Martínez Montañés en la Plaza del Salvador, para comentar la histórica relación en la ciudad entre la artesanía y las temáticas religiosas –no sólo referente a la Semana Santa. La conclusión a la que llegamos con Juan Alberto es que «ambas se han retroalimentado y han impulsado de forma mutua su supervivencia», como demuestran las prestigiosas obras de imaginería en Sevilla y la importancia de la restauración, un oficio de gran vigencia aún. Así se explica que, pese a trabajar en madera, este escultor y ensamblador de retablos acabara apareciendo como figura capital en los libros de Historia del Arte. Martínez Montañés destaca además por su «alejamiento del estilo dramático y hasta macabro de sus contemporáneos, apostando por las formas clásicas y naturalistas».



En la misma plaza y antes de nuestra última parada, tenemos tiempo para añadir un hito (hasta cierto punto improvisado) a nuestro paseo y admirar un reloj con cerca de doscientos años de antigüedad. La oportunidad y la detallada explicación de sus mecanismos es un regalo de la relojería J. A. González, un oficio vinculado a muchos saberes (desde la astronomía a la física, pasando por las matemáticas) que «raramente se aprende fuera del ámbito familiar» y que en su origen dio lugar a verdaderas piezas de coleccionista. De este modo y como nos recuerda Pablo, este paseo nos descubre no sólo a los protagonistas de estas profesiones en vías de extinción, decisivas en la evolución de la ciudad, sino además «todo un universo de objetos singulares» que hoy en día podemos valorar en su plena extensión y complejidad. Pero antes del reloj había otras formas de recordar a la ciudadanía el paso del tiempo: las campanas. En Sevilla, una torre minarete de época pre-almohade daría lugar, siglos más tarde, al campanario desde el que se llamaba al rezo a los fieles cristianos.



A apenas unos metros de donde nos encontramos, accedemos por un pequeño pasaje al patio de la antigua mezquita, donde aún hoy reside y trabaja el campanero. Heredero de una tradición que se remonta a 400 años atrás, desde 1968 Antonio Mendoza Vázquez ha sido el encargado de tocar las campanas y también de fabricarlas. Nada menos que cinco generaciones de su familia han mantenido el oficio, que actualmente continúa junto a sus tres hijos; la pervivencia, pues, parecería asegurada. «El oficio está perdido, pero mientras haya iglesias habrá campanas», nos dice Antonio con una seguridad en sí mismo a prueba de bombas. Es normal, porque estamos hablando del hombre que hoy en día mantiene la técnica –que ya se empleaba hace dos siglos– de voltear las campanas en las torres de mayor altura del mundo, incluido el de la Giralda. Así lo hacía su padre, a quien apodaban el hombre mosca, y así lo siguen haciendo él y sus hijos. En un pequeño habitáculo, bajo el campanario y a la entrada de su propia vivienda, Antonio nos muestra su valioso museo particular y nos cuenta todo tipo de historias. A veces dudamos de su veracidad, pero cuando su hijo pasa y nos saluda tímidamente, comprendemos que estamos ante la última familia que desempeña este oficio en toda España, y les agradecemos que compartan con nosotros su tradición, su experiencia y, en fin, su tiempo.



Os dejamos este mapa interactivo con las principales paradas del paseo, cortesía de Geoinquietos Sevilla 
La muralla de Sevilla:
desmontando mitos

texto Bruno Padilla // imágenes Jane's Walk Sevilla

Entre bastidores de la ciudad viva

Se abrió la mañana de nubes, tras los aguaceros con que despertó la ciudad, y se abrió la Muralla de la Macarena para los valientes que asistieron al primero de los paseos de Jane’s Walk Sevilla. En concreto, tuvimos acceso desde el Arco de la Macarena a la habitualmente oculta barbacana, ese primer muro bajo que forma un corredor interno de una considerable anchura y que ayudaba a defender aún mejor a la ciudad en las épocas almorávide y almohade. Ahí reside una de las creencias populares que pretendía desmentir esta ruta: la de que los restos de la Muralla que hoy se conservan procederían del periodo romano. Pero de aquella primera protección de la ciudad –mucho más pequeña– quedan pocos vestigios, como de la muralla visigoda que la reemplazaría.



Así nos lo hacían saber al poco de comenzar el recorrido Antonio Bizcocho y Laura Gordillo, historiadores del arte que prefieren definirse como «intérpretes del patrimonio, más que guías». Casi intérpretes de signos urbanos, se diría. Su labor, nos explicaban, es poner en valor los elementos patrimoniales, hallando así una forma de revitalizar el tejido ciudadano y vecinal. Como en el caso de este paseo, con el que querían conectar un monumento que se considera fósil (sin utilidad hoy día) con la realidad y la configuración actual de la ciudad, ya que nos proporciona información histórica que la contextualiza: «Por esta ronda histórica pasamos cada día, pero apenas se habla de la Muralla». O se la escucha, podría decirse.



Y es que, en base a ese conocimiento ampliable y compartible, Antonio y Laura consideran la ciudad como un elemento vivo. También la Muralla, que a lo largo de los siglos «ha servido para conectar lo íntimo con lo externo». Su primera función fue la defensiva, con la que Abderramán III pretendía evitar asaltos tan fáciles como la invasión vikinga. Así, a finales del siglo XII se convierte en uno de los recintos amurallados más importantes de Europa: un perímetro de 7,2 kilómetros, 160 torres en ese cinturón y 13 puertas de acceso, con la intención de imponer respeto frente al carácter totalmente llano de la urbe. Desde aquel momento, la población quedaría intramuros y, aunque el uso defensivo se abandonaría con el tiempo, el lienzo de muralla se mantuvo hasta finales del siglo XIX, con la llegada de la Revolución Industrial y las líneas ferroviarias.



Sí conservó a lo largo de los siglos otras dos funciones. Por un lado, la Muralla actuó como contención para las grandes riadas, que por ejemplo en el siglo XVI se producían cada 6 o 7 años. Por otra parte, se empezó a emplear de barrera contra las epidemias que venían de fuera, como la peste bubónica del siglo XVII, que se llevó por delante a la mitad de la población. En ese momento histórico pero ya desde época almorávide, la ciudad se abastecía desde el interior, con mercados tan antiguos como el de la calle Feria –aún existente. Ya a principios del siglo XX, Sevilla necesitaba expandirse y abrir sus arterias de cara al comercio, por lo que se empiezan a abrir huecos en la estructura mural, algo que hoy sigue generando polémica. Curiosamente, en el siglo anterior se había decidido conservar por el mismo error señalado arriba: se consideraba de origen romano y, por tanto, de gran valor. Con estos datos, Antonio daba sentido a su función de intérprete del patrimonio, señalando que en ocasiones, lo que hoy nos parece negativo, puede haber sido positivo en el pasado: «Siempre cuestionamos esas decisiones, pero en muchos casos tenían su razón de ser».



Continuamos el paseo en bicicleta, aprovechando que el recorrido era, como indicó Laura, «cien por cien accesible». Así, previa parada en la Puerta de Córdoba, la más antigua de las que se conservan y escenario de una de esas discutibles leyendas locales –la de San Hermenegildo–, nos dirigimos a los Jardines del Valle. En este parque no muy frecuentado por los sevillanos observamos un tramo de la Muralla apenas conocido, camuflado tras la vegetación. Quizá eso explique la situación de deterioro y abandono en que se halla, realidad que no nos impide apreciar, de la mano de nuestra intérprete patrimonial, la inteligencia constructiva de la cultura árabe, empezando –a diferencia de muchas obras actuales– por la economía de recursos: un muro tan largo tenía que ser barato, por lo que como material principal se usaría el tapial, una suerte de protohormigón que hoy día aún se emplea «en países de medio mundo», como India o Marruecos. Una arquitectura «más ecológica y más lógica», como acertadamente la definió Laura. Y hablando de ecología, mientras estamos en los Jardines y durante nuestro trayecto en bici, se hace presente el ruido del enorme tráfico en la Ronda Histórica. De hecho, asociaciones como la representada por el socioecólogo y consultor ambiental Manuel Calvo, uno de los paseantes, llevan años pidiendo que se limite el tránsito de vehículos por esta zona debido a su impacto en el entorno, «algo que además viene recogido en el PGOU».



Con esta reflexión en mente, continuamos por el carril-bici nuestro paseo libre de humos hasta la siguiente parada en el famoso Callejón del Agua, que conecta los Jardines de Murillo con el Barrio de Santa Cruz. Pero, ¿por qué del agua? La respuesta, una vez más, está ante nuestros ojos, en un tramo en el que se derribó la Muralla y donde apreciamos las tuberías de barro que servían para canalizar el agua del río. Una vez más, los almohades «tenían una visión estratégica de reaprovechamiento de los recursos», por lo que estas tuberías abastecían a los Alcázares pero también a las fuentes públicas. El agua, un elemento omnipresente en Al-Ándalus, también fue el motivo de la importancia que se dio a la Torre del Oro, que debía defender el puerto y las zonas comerciales asociadas, como las Atarazanas y el Arenal; por eso aquella iba a ser la mejor torre de las que sobresaldrían en la Muralla. Allí, finalizando nuestra ruta ante este imponente monumento y rodeados de turistas, Laura se preguntaba si aquel hito era propio de Jane’s Walk: «Lo bonito de esta iniciativa es descubrir lo que habitualmente no vemos de la ciudad, no la Torre del Oro». Pero sí que había cosas que descubrir en este archiconocido edificio, nos dijo. Por ejemplo, sobre el motivo real de su denominación: ni aquí se guardaba el oro de las Américas, ni estuvo nunca recubierto de oro. Lo único cierto es que entre los materiales de esta construcción abundaba la paja y, por ese motivo, aún hoy brilla a la luz del sol con tonos dorados.



Realidades y mitos de una Muralla que tuvimos el privilegio de conocer en este paseo, comenzando en el interior de la barbacana («Esto es un lujo», había comentado Antonio) con la increíble sensación de hallarnos aislados del tráfico y la vida que llenan a diario la Ronda de la Macarena. Como inmersos en otra época, o tal vez entre los bastidores de esa gran representación que es la ciudad. Y nosotros, no lo olvidemos, sus intérpretes y protagonistas.

Sevilla·Guifi desde las azoteas
texto Bruno Padilla // imágenes Jane's Walk Sevilla y Surnames narradores transmedia

Ser libres en la era de internet

Sevilla son sus azoteas, podría anunciar como reclamo una agencia de turismo interesada en algo más que tópicos. Así se demostró ya desde la primera edición de Jane’s Walk Sevilla, donde de la mano de la fotógrafa Stefania Scamardi ya se recorrieron «estos paisajes marginales ocultos en la percepción material de la ciudad, desconocidos como espacios de sociabilidad y sin embargo lugares vivos en el imaginario sevillano». Así, también de forma oculta pero imparable, ha ido creciendo en algunas azoteas hispalenses la iniciativa SevillaGuifi. Primera aclaración al respecto de su denominación: se pronuncia como se lee, guifi, y no como si llevara la diéresis; así se distingue de wifi, la tecnología para comunicar datos de forma inalámbrica. Guifi.net es algo muy distinto; distinto a casi todo, en realidad. Se trata de un proyecto de telecomunicaciones ciudadano y comunitario (ahí está gran parte de la clave), que nace en Cataluña durante el año 2004 y se materializa actualmente en la red libre más extensa de todo el mundo.



Tras una breve introducción en la Plaza de San Marcos, el ingeniero de telecomunicaciones Pablo Mallén Pascualvaca nos guía hasta una de esas azoteas, en la calle San Luis. Él es uno de los impulsores de SevillaGuifi y de otras iniciativas colectivas, y sin duda es un estupendo orador: divertido y claro a la hora de divulgar el funcionamiento de esta red para muchos de los paseantes que no estamos nada duchos en materia de tecnología. Con un ojo puesto en el cielo y la lluvia fina que nos cae pero que no será suficiente para interrumpir el paseo, Pablo nos enseña una de las antenas de Guifi y trata de explicarnos lo que significa un nodo como este dentro de la red, un elemento base a través del cual se conectan diversos dispositivos. En concreto, este punto de la red está ubicado en la azotea de Nanín, usuario de SevillaGuifi desde principios de 2015. Según haya más usuarios dispuestos a levantar un nodo en su azotea, se pueden ir conectando más personas.



Surgen muchas preguntas ante las explicaciones de Pablo, una de las primeras parece hallarse entre las más habituales: cuando hablamos de una red libre, ¿nos estamos refiriendo a internet barato o gratis? La respuesta es que se puede llegar a ello, pero tal y como bien resuelven en su web «si reducimos el proyecto completo a esta cuestión, la respuesta siempre será negativa». SevillaGuifi es mucho más: un proyecto con un fuerte componente social basado en el principio de soberanía tecnológica y donde el secreto reside en compartir, ya sea conexión a internet, telefonía IP, almacenamiento, canales de contenidos, impresoras colectivas y muchos otros servicios. Y, pese a lo que pueda parecer a simple vista, es perfectamente legal. Guifi.net está dada de alta como operadora dentro de la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones y existen mecanismos legales que permiten la instalación y compartición de recursos.



Una de las cuestiones que acertamos a comprender todos los paseantes en la azotea de Nanín, que está «muy contento» como usuario de la red, es que las frecuencias que emplea SevillaGuifi se basan en ondas parecidas a las de la radio, los radares o los microondas. Por tanto y a diferencia de otras que se hallan reguladas, como las de los teléfonos móviles, son libres y no pueden ser privatizadas. También se distingue de internet por el hecho de no depender de ningún gobierno estatal: «en una red libre», aclara Pablo, «no puedes cortar el acceso o censurar, porque no hay un organismo que distribuya o controle las telecomunicaciones». Es uno de los tres principios de Guifi, que se define como una R-LAN: Red Libre, Abierta y Neutral.

Los usuarios toman el control

Libre supone que cualquiera puede entrar o salir de esta red, si tiene unos mínimos conocimientos y herramientas. Abierta, porque de nuevo cualquier persona puede acceder a la información sobre cómo está configurada la red: «Tiene que ver con conceptos que hoy en día nos son familiares, como el de código abierto», añade Pablo. Es decir, todos la controlaríamos, porque es pública y se pueden visualizar los puntos donde se conecta cada usuario, lo cual –eso sí– «tal vez podría chocar con la privacidad de datos», se autocritica nuestro propio guía. Lo de Neutral, en cambio, nos convierte en más dueños de cómo circulan nuestros datos, ya que nadie puede interferir, priorizar o cortar el acceso a la red en base a intereses ajenos, a diferencia de lo que ocurre con otros servicios de telecomunicaciones actuales: «En Malta, por ejemplo, no funciona Skype, porque se concede la hegemonía a las compañías telefónicas».



Es decir, la R-LAN es una forma de resistencia cuyo objetivo es «ir desplazando el límite de lo privado, ganando espacio para lo público». Como el resto de redes que operan en el mercado de las telecomunicaciones, también «hay un componente económico, la diferencia es que aquí se halla gobernado por todos». Pablo Neira, profesor de Informática en la Universidad de Sevilla e integrante de la asociación de software libre Plan 4D, también forma parte del grupo motor de SevillaGuifi y expone que el fin último de esta iniciativa sería «crear una red de comunidad (community network) que sea como un internet de Sevilla; es decir, que se nutra de tantos nodos que nos comuniquemos sin necesidad de internet».



Desde su perspectiva, es muy positivo construir una red descentralizada viendo «la deriva de internet en los últimos años: los nodos cada vez están más concentrados mundialmente por empresas como Google y Facebook, que en teoría ofrecen servicios gratuitos, pero la comodidad de usarlos acaba generando dependencia». Así se demuestra en algunos sucesos recientes que muchos paseantes desconocemos, como el bloqueo gubernamental de WhatsApp en Brasil o el de Twitter y Facebook en Turquía. Pero no es la única forma en que los servicios de telecomunicaciones que habitualmente usamos suponen una forma de control. Según comenta María Arias, de Geoinquietos Sevilla, hay otros dos aspectos donde se está poniendo especial énfasis en la actualidad: la vigilancia policial a través de geolocalización y el marketing personalizado a través de metadatos. Motivos suficientes para dar un voto de confianza a redes alternativas como las que propone Guifi.

Redes para la resistencia

De la azotea de Nanín, a quien agradecemos su hospitalidad, descendemos nuevamente a la calle San Luis, deteniéndonos brevemente frente a la fachada del antiguo Centro Social Okupado y Autogestionado (CSOA) Andanza, que estuvo activo durante un año y medio. Según nos explica Pablo Mallén, «este tipo de espacios tienen especial interés en un servicio de telecomunicaciones como el que ofrece SevillaGuifi, ya que se les suelen presentar dificultades a la hora de acceder a servicios de pago regulados». De hecho, incluso diez meses después de su desalojo y cierre, el centro sigue estando conectado a esta red, que hasta aquella fecha constituía la única opción para garantizar su independencia de otros servicios que sí se hallan bajo el control administrativo. También de manera independiente o paralela a la regulada por los gobiernos y –más aún– los llamados mercados (aunque los mercados son otros, como bien saben en Jane’s Walk), funciona otra red, en este caso vinculada a un espacio muy concreto: el Pumarejo.



Nuestro siguiente hito en el paseo es justamente esa plaza sevillana, símbolo de la resistencia y bastión de la filosofía del decrecimiento en nuestra ciudad. De ese movimiento surgió la Red de Moneda Social Puma, que como SevillaGuifi aboga por la soberanía, aunque aquí se trate de la económica. De hecho, ambos colectivos llegaron a un acuerdo y el Puma realizó un préstamo que la red libre de telecomunicaciones ya ha devuelto, a base de ofrecer su tiempo y sus conocimientos a los usuarios de esta moneda social. En este punto del recorrido, Pablo aprovecha para explicar la gestión económica de Guifi a través de la Fundación homónima. En la Casa Pumarejo, claro, se ubica otro de los nodos de la red, para ofrecer servicio al vecindario. «¿Y cuánto pagan los usuarios por la conexión?», se pregunta un paseante. Pues sólo 10 euros al mes, aunque aquí se abonan en pumas. Lo que SevillaGuifi busca, más allá de extender el servicio, es que la gente se implique y se ofrezca a levantar nuevos nodos en puntos que carezcan de ellos. «Algo más parecido al consumo colaborativo que se hace en los grupos ecológicos», ejemplifica Pablo.



Y es que, en el fondo, esta iniciativa tecnológica también aspira a un cambio de paradigma del modelo económico. De hecho, la cooperativa catalana Eticom ofrece a sus socios servicios de teléfono fijo e internet «contribuyendo al desarrollo de la fibra óptica abierta, libre y neutral arbitrada por Guifi» –según expone su propia web. Así, en la actualidad hay muchas iniciativas tecnológico-sociales tratando otros temas de interés como el software libre o la privacidad, por lo que «combinar de forma inteligente y cooperativa estas herramientas puede resultar en un uso más libre y más justo de las telecomunicaciones». Aun así, como el propio Pablo admite, para llegar a esos objetivos a largo plazo, que en última instancia buscan la autogestión y el empoderamiento de los usuarios, «nos queda tela».



Pero también se ha avanzado mucho desde el origen en 2004 de este movimiento, que pronto se comenzó a expandir a lo largo y ancho del territorio nacional, y también a países cercanos como Italia, Francia y Marruecos. Hoy existen más de 28.000 nodos de Guifi funcionando en todo el mundo. En Cataluña, donde esta red ha provisto de servicio a pueblos a los que no llegaba internet, hay unos 10.000. En Sevilla son muy pocos aún, debido al reducido grupo de personas que atienden a la demanda: «Necesitaríamos gente que contribuya al proyecto y nos dé vidilla», responde Pablo. Gente como Amalia y Paco, usuarios de SevillaGuifi y a la postre… sus padres, aunque eso no lo descubrimos hasta finalizar nuestra visita a la que es la última parada del paseo: su azotea en la calle Antonio Susillo. Allí, su hijo Pablo termina por aclararnos todas las dudas respecto a la iniciativa, y también allí nos damos cuenta de que justamente la cercanía y la transparencia de su exposición representan los grandes valores del proyecto. Cuando nos despedimos de la amabilidad y la simpatía de Amalia y Paco, ya sí que tenemos claro de qué iba todo este lío tecnológico: de hacer comunidad. Nos vemos en las azoteas, en los bares o en las redes.

La dársena del Guadalquivir:
Por un río vivo y de todos
texto Alejandro Cuetos // imágenes Jane's walk Sevilla y Surnames narradores transmedia

La mañana del sábado 7 de mayo, dentro de la 3ª Edición de Jane's walk Sevilla y celebrando el 100 aniversario del nacimiento de la activista urbana Jane Jacobs, Eduardo Gutiérrez de Ecologistas en Acción daba comienzo en los Gordales a un paseo que recorrería la Dársena del Guadalquivir desde el límite de los terrenos del Puerto hasta su final en la corta de San Jerónimo, utilizando el curso de la lámina de agua como hilo conductor para poner en relación diferentes situaciones que ilustran las dinámicas históricas entre Río, Puerto y Ciudad, 'un trío mal avenido' como ya hizo notar Fernando Sancho.



El Guadalquivir y la transformación urbana de Sevilla

Simbólicamente situados sobre el Puente de las Delicias, en primer plano los Tinglados de Mercancias del Muelle de Tablada y a lo lejos el Puente del V Centenario y la Esclusa, escuchamos a Leandro del Moral (Catedrático Geografía Física US) recuperar la memoria histórica del Guadalquivir, hablando de los encuentros y desencuentros entre la ciudad y el río: los empeños por conseguir la navegabilidad del curso de agua con mayor calado de la Península, desvelando el carácter cíclico y recurrente de los megaproyectos infraestructurales (25 años), del ciclo hidrológico y del sistema hídrico que relaciona embalses, cortas, canales, regadíos y arrozales, la histórica pesca del esturión o el estado del Parque Natural de Doñana.
Esta parada terminaba con una propuesta a modo de pregunta: ¿Ha llegado el momento de que Sevilla deje de defenderse del Guadalquivir y a caso llegó la hora de plantear políticas de renaturalización estrátegica del cauce que reformulen la relación con la ciudad?




¿El Puerto de Sevilla?

Desde el Muelle de Nueva York, frente a las naves de Altadis, Juan Antonio Morales (Ecologistas en Acción), habla de los usos y abusos urbanísticos del Puerto de Sevilla, un espacio que se desarrolla al margen de la normativa municipal y con su propia planificación, muchas veces a espaldas de la ciudad. Con la ayuda de diagramas, planos y datos concretos se cuestiona la rentabilidad de un tejido donde la superficie destinada a usos puramente industriales brilla por su ausencia y predominan las concesiones a terceros. Algunos detalles sobre el proyecto Sevilla Park, y sobre la polémica de reforma de la Fábrica de Tabacos (terrenos de Altadis situados en Los Remedios) ilustran la poca imaginación y la falta de capacidad de la gestión pública para la regeneración de los antiguos tejidos industriales-portuarios asimilados por la ciudad en su crecimiento.



El avance irrefrenable de la gestión privada de los espacios públicos

Nos encontramos en el Muelle de la Sal, en los Bajos del Paseo del Marqués de Contadero, allí Alejandro Cuetos (Ecologistas en Acción) señala la privatización de las márgenes del Río por los clubs privados y por la Hostelería.
Vemos como el modelo imperante en la orilla de Triana, una lámina de agua prácticamente inaccesible por la ubicación de usos privativos que privilegian el acceso al río, se extiende progresivamente a la orilla de Sevilla en operaciones como el Centro de Atención Integral del Visitante que sustituye un modelo de ocio colectivo y sostenible (clubs de Remo) por otro privativo centrado fundamentalmente en la restauración siguiendo la estela de la operación ejecutada sobre un elemento patrimonial como son las naves del Barranco transformadas en Mercado Gourmet.




Urbanismo improvisado

Junto a la Biblioteca pública Felipe González en el Paseo Juan Carlos I, Alejandro Cuetos de Ecologistas en Acción recuerda la Torre Pelli y sus posibles efectos sobre el espacio del Rio, poniendo de manifiesto una tradición urbanística sevillana donde la improvisación y el trato preferente son las tónicas imperantes. Recuerda proyectos fallidos como el puente de Torneo que daría acceso directo a la torre o la iniciativa Hostelera del Paseo del Arte.
Antonio Laguna de Jane's walk Sevilla aprovecha la ocasión para hablar del proyecto de Radiópolis, la emisora de radio comunitaria, surgida al calor de los presupuestos participativos y ubicada en la antigua Caseta del cambio de agujas de Torneo. Es significativa la gestión comunitaria de este espacio patrimonial como contrapunto a las sistemáticas privatizaciones que se nos presentan desde las Instituciones como única vía posible de gestión del patrimonio público. Todos constatamos que cuando el río se acerca a la ciudad, la ciudad lo usa: gente corriendo, en bici, paseando o remando.




Hacia la renaturalización del cauce

Terminamos el itinerario desde la pasarela peatonal que une El Parque de San Jerónimo con el del Alamillo donde Juan Cuesta (Ecologistas en Acción) nos habla de la riqueza ambiental de esta parte del río, mas naturalizada y zona de nidificación habitual de aves acuáticas, y de la propuesta de reconocerlo como Reserva Natural.
De alguna manera conectada con el brazo vivo del río se encuentra la Isla de Tercia que acoge actualmente un proyecto de autoempleo y soberanía alimentaria.
Desde la propia sede de Ecologistas en Acción también se promueven proyectos de reaprovechamiento y autoconsumo como 'Tu basura vale un huevo' o el ecopastoreo (por ahora experimental) de cabras en los Huertos de San Jerónimo como parte del proyecto 'Biosegadoras' que pretende reducir el uso de maquinaria y herbicidas en el mantenimiento de las zonas ajardinadas sustituyéndolo por la presencia de herbívoros.